jueves, 27 de julio de 2017

Ojos

Hay muchas cosas que me gustan de ella, y ella no lo sabe.
Como cuando sus pestañas chocaban contra mi alma, y la hacía estallar en un mar de contradicciones.
Me gustaba su cabello, su cabello en todas las formas que puedan existir.
Me gustaba cuando lo tenía largo, pero también cuando se lo cortó.
Me gustaba cuando se lo amarraba, cuando lo peinaba o cuando estaba desordenado como mi vida.
Me gustaba cuando yo lo desordenaba en nuestro planeta de placeres infinitos, o cuando yo lo sujetaba para hacerla morderse los labios. Y sus labios... ¡Esos labios!
La curva que formaban sus labios al sonreír me mataba. Sí, me gustaba besarlos y pensar que en ese momento, yo estaba en una especie de burbuja invisible a la que sólo ella estaba invitada a entrar.
Cuando la besaba me gustaba sentir su nariz, a veces fría como su vida y sus problemas, a veces cálida como mi hombro cuando lloraba en él.
Y ella sabe cuánto me gustaban sus orejas, y yo sé cuanto le gustaban las mías. Y si escribiera más acerca de sus orejas, no habría espacio en mi pecho para tanto llanto.
Ella me gustaba vestida y sin vestir, con maquillaje o sin él, todo daba igual, porque la perfección llevaba su nombre.
Pero quiero terminar por sus ojos. No hay cosa que me gustará más de ella que sus ojos. Porque cuando los veía, no hacía falta hacerle el amor, no había cosa más intima que mirarla a los ojos y decirle cuánto la amaba.

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